30 de julio de 2015

Un día para recordar.

Impaciente, inquieta, con ganas de llegar al juzgado lo antes posible, decir que seremos tus padres para siempre y salir corriendo a abrazarte.

Amanecimos tranquilos, bueno yo lo estaba, creo que Pablo estaba algo nervioso y deseando cruzar este último puente hacia ti, el último por fin.

Estaba convencida de que saldría bien, eras nuestro hijito. 

Desayunamos con el resto de familias, que emocionadas nos mirábamos con los ojos chispeantes. Muy temprano Wasi nos recogía a todos para ir al juzgado, llegamos de los primeros. No podía ocultar la sonrisa de mi alma. 

Nos llamaron los terceros y entramos en un despachito junto a Abrahm para que nos tradujera al amharico. Disfruté cada pregunta y cada respuesta, pues era parte de nuestra llegada a ti.

Cuando salimos nos abrazamos y respiramos profundamente, éramos tus papás.

Pronto el resto de las familias, con quien viajábamos y a quienes guardamos un cariño infinito, salían también y podíamos marcharnos a la casita para llevarte con nosotros.

Te achuchamos al verte y quiste venirte con nosotros, éramos plenamente felices. Juntos los tres.

Cualquier plan ya era completo y perfecto a tu lado. Fuimos a recorrer el Monte Entoto con las demás familias, que es una maravilla absoluta, pero que hubiera sido igual de increíble a tu lado cualquier sitio en cualquier parte del mundo.

Habíamos roto aguas

Como quien va a dar a luz pero con bastante más equipaje y kilómetros que recorrer, sabíamos que el momento de ser padres estaba muy cerca.

A esta hora, hace un año, estábamos a punto de embarcar en el viaje más grande de nuestras vidas, volvíamos a nuestra querida Etiopía pero esta vez el motivo era muy distinto al de otras veces, nuestro hijito nos esperaba al otro lado del hilo rojo.
Acabado de decir que «el momento de ser padres estaba muy cerca», no es cierto, llevábamos sintiéndonos padres mucho tiempo atrás.

Retomo el momento del aeropuerto, pues eso, a punto de embarcar y no sabíamos casi ni qué decirnos. Habíamos soltado todas las maletas y sólo llevábamos un bolso de mano y… ¡¡¡una sillita de bebé!!! La llevaba conmigo como un tesoro. Ganas me daban de decirle a todo el que me cruzaba, «es para mi HIJO, soy mamá, ¿sabe?». Pero me contuve por si me retenían por loca y no llegábamos a destino después de tanto pasado.

Nos subimos al avión con una sensación rara de volar hacia nuestro pequeño Lucas, qué viaje, qué destino… de esos que no encuentras ni en las mejores agencias de viajes. No se puede describir con palabras, es un algo muy grande, muy fuerte y muy apretado que te recorre el cuerpo de cabo ara o y se queda pegado al corazón.

La noche en el avión se presentaba inquietante, en unas horas te veríamos, hijito. No podíamos ser más felices. Estábamos deseando aterrizar en Addis.

Hoy hace un año

Hoy hace un año. Un año de «esa llamada».
El juicio era positivo y volábamos en 7 días a Etiopía. Lucas volaría desde Gambella y nos encontraríamos en Addis. Me recuerdo paralizada mientras escuchaba a Paloma, de nuestra ECAI, sentada en el suelo del pasillo sin terminar de creerme que, por fin, esa parte de la historia donde había un final feliz también era mía, era nuestra. A penas podía descifrar lo que me decía. Algo de unos papeles que debíamos tramitar y sacar los billetes y… y… Yo sólo pensaba 7 días para conocerte, 7 días… 5 años después solo quedaban 7 días. 
Llamé a Pablo inmediatamente y empecé a despertar. De golpe entraron por una ventana de mi cerebro dos mil cosas por hacer. No teníamos nada, nada de nada. Ni su cuarto, ni una cuna, ni un cambiador, ni pañales, ni ropa, ni un sólo biberón, ni carrito… Nada, cero. Además de papeles, billetes, dejar todo el trabajo lo más avanzado y preparado posible, pues no me incorporaba en septiembre, iba a estar de baja! de baja maternal!!! YO de baja maternal!!!

Madre míaaa!!! pensé, pero qué necesita un bebé, qué cosas son imprescindibles que nos llevemos y que tengamos a la vuelta, habrá que llevar toallitas, cuchara, alguna crema, algo donde guardar su comida cuando estemos por Addis y algo para hacerla (por cierto, qué comerá?), que vamos a estar 3 semanas en Etiopía! alguna medicina, pero cúal! algún juguete para las tardes de hotel, algo para bañarle, algo de algo, pero dónde acaban los «algo»!!!!

Eran demasiadas cosas de golpe y no empezábamos por el principio, no sabíamos nada de nuestro hijito, teníamos que imaginar e improvisar y los nervios y el poco tiempo no dejaban lugar a la reflexión. Hubo muchas risas con tanta locura sobrevenida y tantas carreras, tanta emoción y tanto amor.

La locura invadió a amigos y familia que, como siempre, echaron mil manos prestándonos lo que tenían para Lucas, regalándonos su tiempo y compartiendo nuestra felicidad.

Veíamos el final del túnel. Tanto vivido y sufrido pasó por delante como un relámpago y sonreímos al mal tiempo. El arco iris brillaba fuertemente.

Papá y mamá ya están aquí, hijito.

23 meses

Hoy cumples 23 meses. Estás demasiado mayor.

Cantas, hablas, bailas, trepas, chutas la pelota, haces puzles, comes solo, ríes,te lanzas en los columpios, recorres cada roncón en tu moto, repites todo y te enteras hasta de lo que no va contigo!

Te encanta ayudarnos, no paras quieto, siempre quieres estar en todo. Aprendes muy rápido y con sólo mirar de reojo ya estás preparado para «subir el siguiente escalón».

Todo te sigue sorprendiendo, todo te ilusiona y todo te parece el mejor de los planes. Me encanta que seas tan agradecido y cariñoso. Me rechifla que te acuestes y te levantes con la sonrisa puesta, con los ojos brillantes y con tus brazos apretándome fuerte.

Bofu

Me parece increíble  pensar que ya lo decías hace seis meses.

«Love you!» te decíamos papá y mamá (y te decimos) y tu contestabas… «bofu» con una preciosa sonrisa.

Es tu «love you» particular, nos moríamos de risa cuando empezaste a decirlo y nos morimos de amor siempre que lo dices.

Y lo más increíble es que ya no sólo nos respondes «bofu», si no que nos lo dices cuando tú lo deseas.

Bofu hasta la luna de ida y vuelta.

La cosa más bonita

Se acaba el 2015 y tengo entre mis brazos a «la cosa más bonita» del mundo, el mejor regalo que este año podría hacerme. Cinco meses de increíbles momentos, de mil historias, de estupendos recuerdos. 

Eres un torbellino de alegría y felicidad que contagia todo lo que toca. Eres la chispa en los ojos, la sonrisa eterna, las manos    suaves y el corazón más grande.

Sólo puedo dar gracias a Dios por tanto, por lo que tenía reservado para nosotros. El camino fue duro pero ni la mitad de lo que se merecía para esta inmensa recompensa. Y dar gracias a nuestras queridas familias y amigos por haber estado, por estar y por seguir estando. Os queremos mil.

Hijito pollito, gracias por ser cómo eres, gracias por elegirnos para ser tus papás. Te queremos hasta la luna de ida y vuelta.

18 meses

Mañana cumples 18 meses.

Llevamos juntos casi cinco y sin embargo parece que fuera toda la vida. Me cuesta recordar cómo eran los días sin ti.

Me cuesta recordar cómo era vestirse sin tenerte corriendo por toda la casa. Me cuesta recordar cómo era cocinar sin tenerte en brazos o sobre la encimera intentando ayudarme. Me cuesta recordar cómo era hacer la cama sin que tú me acerques los cojines y tires del edredón hacia abajo en un intento generoso de colaborar. Me cuesta recordar cómo era preparar las cosas sin tenerte pegado a mi pierna. Me cuesta recordar el silencio del coche convertido en un millar de chapurreos de palabras y canciones inventadas. Me cuesta recordar cómo era calcular perfectamente la hora sin que se vayan los minutos volando porque cogemos una cosas y se nos caen tres, quieres hacerlo todo tú y todos solo, decidimos a medio camino hacer una parada para saludar  a un perro o para coger una hoja o cualquier cosa más interesante que el motivo de nuestro paseo.

Me cuesta recordar cómo era amanecer sin que saltes a nuestra cama y te comamos a besos. Me cuesta recordar cómo era mi vida sin tu risa. Me cuesta recordar como era dormir sin escuchar tu respiración. Me cuesta recordar cómo era desayunar sin hacer nuestro(s) brindis café-biberón. Me cuesta recordar cómo sobrevivía sin que me gritases trescientas mil veces «¡mami, mamá!»Me cuesta recordar cómo era acostarse sin tu abrazo.

Y, ¿sabes hijito? Me encanta que me cueste.

Esta noche al acostarme, te felicito. ¡Descansa pequeño chocolate!

Quererte más

Pienso cada día que no puedo quererte más y, sin embargo, me sorprendo haciéndolo repetidamente.

Te estrujo, te aprieto, te abrazo, te como a besos y tú… Tú te dejas y me besas y me acaricias. Y como no… al poco, haces el bruto y te ríes con esa risa tuya contagiosa.

Te ríes mucho, muchísimo. A cada rato. Y nos alegras todos los instantes que estamos contigo. Nos haces ser mejores y darnos cuenta de lo poco que hace falta para ser feliz. Y reír tanto como lo haces tú.

Cuando te abrazo, te abrazo con el alma y sí… me doy cuenta de que se puede querer más aunque ya te quiera infinito o… hasta la luna de ida y vuelta.

Perdidos… nos encontramos

Perdidos entre las montañas salmantinas, disfrutando del atardecer, de la tranquilidad, del silencio y de la naturaleza… Perdidos a fin de cuentas de «todo» lo que no es nosotros tres… Así, así de perdidos… es cuando más nos encontramos.

Y en esta disfrute de juegos, de risas, de achuchones, de no tener prisa, de salir y entrar, de pensar en nosotros… Así, así de «encontrados»… es cuando más nos disfrutamos.

Tu abrazo

Hace hoy tres meses que te abrazamos por primera vez.

Cierro los ojos y traigo conmigo ese momento único e irrepetible. Los abro y sigo sintiendo la magia de los tres aquel día. Porque fue un abrazo a tres.

Recuerdo tu sonrisa y cómo te reías con papá desde el primer momento jugando con unas hojas de uno de los árboles de la casita.

Te abrazamos, te besamos, te miramos y te remiramos… no podíamos parar de sonreír. No queríamos desaparecer de tu lado. No después de tanto tiempo soñándote.

Te dimos tu comida de media mañana. Madre mía, que impresión. ¡Te dimos de comer! Y después de dejamos en tu cunita junto a tus demás compañeros de habitación que ya dormían.

Te besamos, nos mirabas con tus grandes ojos abiertos. Te dijimos en voz baja «hasta mañana hijito».

Metiste tu dedito en la boca, como aún haces al irte a dormir. Tus ojos parecían más grandes según nos alejábamos. Allí te quedaste tranquilito en tu cunita. Guardo esa foto como una de las más queridas.

Nos veríamos al día siguiente y estaríamos juntos por siempre jamás. Pero esa tarde la pasaríamos sin ti y dormiríamos por última vez lejos de tu lado.

Hasta mañana hijito.