Un día para recordar.
Impaciente, inquieta, con ganas de llegar al juzgado lo antes posible, decir que seremos tus padres para siempre y salir corriendo a abrazarte.
Amanecimos tranquilos, bueno yo lo estaba, creo que Pablo estaba algo nervioso y deseando cruzar este último puente hacia ti, el último por fin.
Estaba convencida de que saldría bien, eras nuestro hijito.
Desayunamos con el resto de familias, que emocionadas nos mirábamos con los ojos chispeantes. Muy temprano Wasi nos recogía a todos para ir al juzgado, llegamos de los primeros. No podía ocultar la sonrisa de mi alma.
Nos llamaron los terceros y entramos en un despachito junto a Abrahm para que nos tradujera al amharico. Disfruté cada pregunta y cada respuesta, pues era parte de nuestra llegada a ti.
Cuando salimos nos abrazamos y respiramos profundamente, éramos tus papás.
Pronto el resto de las familias, con quien viajábamos y a quienes guardamos un cariño infinito, salían también y podíamos marcharnos a la casita para llevarte con nosotros.
Te achuchamos al verte y quiste venirte con nosotros, éramos plenamente felices. Juntos los tres.
Cualquier plan ya era completo y perfecto a tu lado. Fuimos a recorrer el Monte Entoto con las demás familias, que es una maravilla absoluta, pero que hubiera sido igual de increíble a tu lado cualquier sitio en cualquier parte del mundo.